jueves, 27 de agosto de 2009

Momentos difíciles

No se puede decir que 1943 fuera un año sencillo para el genial actor y cineasta Charles Chaplin. Su boda con Oona, hija del escritor irlandés-estadounidense Eugene O'Neill, no era bien vista por su suegro.

Lo cierto es que dada la época, como padre hay que comprenderlo.

Ella sólo tenía 18 años cuando se casó y Chaplin 54 y, además, el actor lo hacía ya por cuarta vez. Sin contar con su fama de mujeriego y lo que era peor en esa época, la de comunista.

En fin, la boda, un disgusto que al buen hombre le duró toda la vida y que se le notó. Vaya que sí.


No sólo llamó “sádico” al cómico sino que lo maldijo, desheredó a su hija y murió sin haberle vuelto a dirigir la palabra. Lo dicho, un gran disgusto.

Pero bueno, aunque nada deseable para nadie, esta situación familiar, por desgracia, no es infrecuente en la vida. Lo que sí es infrecuente por suerte, es que a la vez fuera perseguido por el comité de actividades anti-americanas, que le acusaba nada menos que de simpatizar con los comunistas. Algo muy peligroso en aquellos años de inquisición mccarthiana.

Y es que, el nombre de Chaplin, apareció relacionado con el de Albert Einstein, en el conocido Expediente Einstein (1953), que le abrieron al físico por los mismos motivos sociopolíticos. El FBI calificaba al cómico como otro subversivo, peligroso, comunista y antipatriota. Y sin duda “grandes amigos” e instigadores por parte del espionaje soviético.

En realidad Einstein y Charlot se habían conocido en 1931, a bordo del barco que les llevaba a los EE.UU. Cuando Chaplin estrenó su película Luces de la ciudad, el matrimonio Einstein fueron sus invitados de honor. Tuvo lugar el 30 de enero de 1931, en el nuevo y fastuoso teatro Los Ángeles de Broadway. Eran otros tiempos.

El caso Chaplin
Por si esto fuera poco, ese mismo año de 1943 una joven actriz, Joan Berry, le demandaba en Hollywood, por la presunta paternidad de una niña y lo llevaba a juicio. En su defensa, los abogados de Chaplin recurrieron a la prueba de paternidad basada en el grupo sanguíneo, que permite descartar, en algunos casos, a una persona como padre biológico de otra.

Lo que por cierto era el caso de Chaplin, aunque de poco le ayudó. Me explico. El grupo sanguíneo de Joan Berry, la madre, era A, y el de la hija era B.

Luego por las leyes de Mendel de transmisión de los caracteres hereditarios, el padre debía tener grupo B o AB. Por suerte el de Chaplin era cero O. Estaba salvado. O al menos eso pensaron.

Hasta tres médicos que declararon en el juicio, llegaron a la misma y explícita conclusión: Chaplin no podía ser el padre de la criatura. Parecía que el asunto estaba ganado. Sin embargo no fue así.

El juez McComb decidió que esta prueba biológica, era sólo un argumento más a tener en cuenta. Otro de tantos que deberían ser considerados. Y que había otras evidencias que parecían demostrar lo contrario.

Al final dictaminó que Chaplin era el padre de la criatura. Un grave error judicial éste, de confundir evidencia con prueba y ponerlas al mismo nivel de valor demostrativo. Pero eran otros tiempos.

No obstante se trató de un juicio referente en jurisprudencia y por doble motivo. De un lado supuso una innovación judicial, por el hecho de utilizar una prueba genética de paternidad en él. Y del otro, fue un grave error equiparar los resultados de las pruebas científicas con los datos aportados por las evidencias. Algo que no ocurriría hoy.


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