sábado, 17 de abril de 2010

Los imanes de la puerta del frigorífico (I)

Con cierta frecuencia, antiguos estudiantes de la asignatura de Física se ponen en contacto conmigo, bien a través del blog, la emisora de radio o por correo electrónico.

Por lo general es para mandarme alguna noticia sorprendente.

A veces un supuesto sucedido relacionado con esta disciplina científica. Ya se imaginan por donde voy.

Suele ser una reseña periodística con cierto “tufo magufillo”. Ya saben. A modo de leyenda urbana pero de contenido científico.

Vamos una mentira que pretende pasar por verdad adornándose de un aparente rigor. Un intento más de hacer pasar Pseudociencia por Ciencia. Un fraude en definitiva.

En esta ocasión la leyenda urbana-científica me llega en forma de correo electrónico y me lo manda Santiago Benítez Buitrago, un estudiante de finales del siglo pasado del quinteño IES Hermanos Machado de Sevilla. El tiempo pasa para todos.

Está relacionada, como han podido leer en el título, con esos simpáticos imanes que adosamos a la puerta de nuestro frigorífico. El correo dice así:

“URGENTE: NO A LOS IMANES EN LA NEVERA
Investigadores de la Universidad de Princeton han descubierto algo aterrador. Durante varios meses estuvieron alimentando a dos grupos de ratones. Un grupo con comida guardada en una nevera, y al otro con comida guardada en una nevera pero con varios imanes decorativos pegados en su puerta.

El objeto del estudio era ver cómo afectaban las radiaciones electromagnéticas de los imanes en los alimentos.

Sorprendentemente, y tras rigurosos estudios clínicos, constataron que el grupo de ratones que consumieron la comida irradiada por los imanes tenía un 87% más de probabilidades de contraer cáncer que del otro grupo.


Además, los imanes adheridos a cualquier aparato (electrodoméstico) conectado a la corriente eléctrica, aumentan el consumo eléctrico de dicho aparato, por aumentar la fuerza electromagnética del campo eléctrico de dicho aparato.



PASAD ESTA INFORMACIÓN A TODOS LOS QUE CONOZCÁIS POR FAVOR
Todos tenemos algún imán en la nevera, como elemento decorativo, sin que hasta ahora se sospechara de que fueran perjudiciales. PERO SON LETALES. Es peligroso jugar con las fuerzas de la naturaleza. Si tenéis algún imán, quitadlo rápidamente y ponedlo lejos de cualquier alimento.

Inexplicablemente el Gobierno no ha dado ningún mensaje de aviso, pero gracias a Internet y la buena voluntad de todos, podemos ayudarnos mutuamente.


Hasta aquí la noticia que me manda Santiago, que está interesado en saber qué hay de cierto en todo ello. Bien. Vayamos puntualizando con orden.


PRIMERO. Ya el comienzo es un poco chusco: “Investigadores de la Universidad de Princeton han descubierto algo aterrador.”

¿Quiénes son esos investigadores? ¿De qué Facultad? ¿A qué Departamento pertenecen?

Es que no dicen nada. Y eso es muy sospechoso.

Se trata de unos datos que ninguna publicación, realmente científica, dejaría de comunicar.

La transparencia informativa es un exigente en ciencia. Un imperativo ineludible.

Y como saben que es así, estos “trápalas magnéticos” lo intentan enmascarar eligiendo una universidad lejana y de prestigio. Lo más lejana y de prestigio posible.

Recordemos que en la estadounidense Princeton fue donde trabajó Albert Einstein, cuando tuvo que huir de los perros de la guerra nazi.

SEGUNDO. Es sorprendente que, en tan solo cuestión de meses, hayan llegado a tan prontas y rotundas conclusiones “magnetizantes”.

Con la de enfermedades que hay por esos mundos de Dios, y para las que llevan décadas investigando qué es lo que las causa, y con apenas resultados. Qué pena.

Y sin embargo ellos ya ven. En unos meses ya lo han descubierto ¡Qué tíos!

TERCERO. Continuamos y lo hacemos negando la mayor. Los imanes no emiten radiaciones electromagnéticas.

Parecen que es lo mismo. Pero no lo es. Lo sabe cualquier estudiante de Física de Bachillerato de cualquier instituto.

Luego, si es cierto que algo le pasó a los ratones, la causa no estuvo en los alimentos, supuestamente, irradiados que tomaron. Eso seguro.

Y lo es porque, sencillamente, esa radiación electromagnética procedente del imán no existe. (Continuará)

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