martes, 15 de marzo de 2011

Marie Curie (y IV)

(Continuación) ¡Qué mala es la envidia! Claro que peor es la mezquindad. Es más que probable que pensara en ella Albert Einstein cuando dijo lo de: 

“¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Por suerte para Marie ella estaba en otros asuntos. Por ejemplo la fundación del Instituto del Radio en París, del que es nombrada directora.

O cuando en 1914 estalla la Primera Guerra Mundial y ve claro lo que debe y puede hacer.

Convencida del gran avance médico que supondría la aplicación de los rayos X, en la localización de balas y fracturas de los heridos, Marie crea una escuela de enfermeras radiólogas y hace instalar los equipos radiológicos, en los mismos hospitales de campaña.

Incluso decide, para no mover innecesariamente a los heridos, instalarlos en las propias ambulancias. Ambulancias que la misma Marie, o su hija Irene, conducen personalmente por el frente de guerra.

Los mismos soldados bautizan a las ambulancias con el nombre de las “petite Curie”. Todo un reconocimiento.

Reconocimiento mundial
Tras la guerra, en 1921, y ya con renombre y reconocimiento internacional por sus enormes méritos, Marie se dedicó a dar conferencias sobre el radio por todo el mundo, con un éxito inusitado.

Estuvo en Madrid en tres ocasiones, la última en 1933, un año antes de su muerte, cuando disertó en la Residencia de Estudiantes sobre el porvenir de la cultura.

Murió con 67 años, victima de una leucemia provocada por las largas exposiciones a las letales radiaciones. Su médula dejó de fabricar glóbulos rojos y una anemia perniciosa acabó con ella.

Mucho tiempo y demasiado cerca de la luciérnaga radiactiva. 

Unas circunstancias que convirtieron, a quien podemos considerar como madre de la Física Nuclear, en una mujer enferma, agotada y con las manos quemadas por el manejo de tan dañinos materiales.

Las huellas dactilares dejadas por ella en las páginas de su cuaderno de laboratorio, aún hoy continúan contaminadas de radiactividad. Incluso ¡los libros de cocina de su propia casa, cincuenta años después seguían con trazas de isótopos radiactivos!

Una radiactividad que habrá que esperar 20 000 años para que cese.

Más reconocimientos
Como su marido, Marie Curie nunca apreció la fama y siempre pretendió que su trabajo hallara aplicaciones que beneficiaran a toda la humanidad.

De mutuo acuerdo renunciaron a la explotación de sus descubrimientos, y a la inmensa fortuna que les hubiera reportado a ellos y a sus descendientes.

Hoy, ironías tiene la vida, sus restos junto con los de su esposo, reposan en el exclusivista Panteón de los Hombres Ilustres en París. El “sancta sanctorum” de los hombres más insignes de Francia: Víctor Hugo, Voltaire, Rousseau, Zola, etcétera.

Y entre ellos. Ella, una mujer.

De nuevo Marie será la primera mujer (6) que alcanza tal honor, por méritos propios.

Seguro que se ha dado cuenta. Por sexta vez Marie Curie es la primera mujer en la historia en conseguir un logro científico al alcance de muy pocos hombres.

Sin duda alguna esta mujer es una de las mayores Hacedoras de la Ciencia.  

Para mí no hay duda de que fue en su esposa en quien se inspiró Pierre Curie al escribir: “Hay que hacer de la vida un sueño y de un sueño la realidad”.

Una saga nobelera y novelera
Visto con la perspectiva que el tiempo da, la saga de los Curie se nos descubre como excepcional. Al menos a mí me lo parece. Me baso en dos detalles.


Uno, científico. El nobelero. Ninguna familia ha sido capaz de reunir más premios nobel entre sus componentes. Se los recopilo de forma rápida. Veamos.

Los dos primeros son de Física, lo reciben Marie y Pierre Curie en 1903.

El segundo es de Química, lo recibe en solitario Marie Curie en 1911.

Los dos siguientes, cuarto y quinto, también en Química, lo reciben su hija Irene Curie y su esposo Fréderic Joliot en 1935.

Y el sexto y último, por ahora, el Nobel de la Paz, lo recibió Henry Labouisse en 1965, esposo de Eve, la segunda hija de Marie y Pierre.

Seis premios nobel en una sola familia y en poco más de 60 años. No está mal. No. Nada mal.

El otro detalle es sentimental. El novelero. Les advertía que tras la ruptura como pareja sentimental de Marie y Paul Langevin, el destino volvería a cruzar y unir a ambas familias.

Bueno pues ahora les digo que la unión fue también por los lazos del amor. Y quienes se cruzaron fueron Helene, hija de Irene y nieta de Marie y el ingeniero nuclear Michel Langevin.

Sí. Lo que está pensando. Un nieto de Paul Langevin. Se casaron.

No me digan que no tiene morbo el asunto. Los nietos como los abuelos.

Se ve que los genes no sólo transmiten el rigor científico y la capacidad de razonamiento de una generación a otra.

También lo hacen con el gusto por las personas de las que nos llegamos a enamorar.

Qué quisicosas tiene la vida.

2 comentarios :

aurelio dijo...

¿ya no pone tatuajes ni camisetas eran muy chulas?

Anónimo dijo...

marie curie fue estupenda como cientifica y mujer