lunes, 24 de octubre de 2011

La mujer universitaria española


La primera mujer de la que se tiene constancia que accediera a una universidad española fue Concepción Arenal (1820-1893), escritora vinculada al pionero movimiento feminista de finales del siglo XIX.

Fue en 1841, de modo que se cumple en este año 2011 el 170 aniversario. Y lo hizo como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central, actual Universidad Complutense de Madrid.

Pero como por aquel entonces el acceso a la enseñanza universitaria estaba prohibido a las mujeres, no tuvo más remedio que hacerlo disfrazada. 

Disfrazada de hombre, claro, y por supuesto que no llegó a obtener título universitario alguno. Faltaría más.

Es decir, no hay constancia oficial de su paso por ella. O lo que viene a ser lo mismo, como si no hubiera estado nunca.

Vestida también de hombre, Concepción participó en tertulias políticas y literarias, luchando así contra lo establecido en la época para la condición femenina. Fue, a qué dudarlo, una adelantada a su época y lo suyo un primer paso.

Con posterioridad, en los años cincuenta del siglo XIX, se crearon las Escuelas Nacionales de Magisterio en Badajoz, Navarra y Madrid. Y a ellas sí podían ir las mujeres. Luego, en la forma, sí eran universitarias. Otro paso.

Universitarias pero sólo en la forma. La enseñanza que en ellas se daba a las maestras, que no así a los maestros, apenas alcanzaba el nivel de cultura general. Es decir que, en el fondo, no eran universitarias.

De modo que, en puridad, no podemos hablar de mujeres con formación universitaria. Ya saben. Por vosotras pero sin vosotras.

Por la documentación existente sabemos que su presencia oficial, en fondo y forma, es un hecho que no se produce hasta 1873. No es hasta finales del siglo XIX, que hay mujeres matriculadas en las Universidades de Salamanca, Sevilla, Granada, Santiago y Zaragoza. Un paso más.

Una presencia que, en realidad, apenas tiene repercusión social fuera del entorno de su ámbito geográfico. Y mucho menos a nivel nacional, donde ni existe. Ellas vienen a ser, algo así como, una anécdota localista.

No es hasta que las estudiantes finalizan sus carreras, y solicitan poder presentarse al examen de Grado y realizar el Doctorado en la Universidad Central, que su existencia se empieza a hacer evidente. Y éste ya no es un paso más.

Se trata de un nuevo paso que significaba obtener estatuto público y visible. Una modernidad no bien vista por casi todos. Por casi todos los hombres. Claro.



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