miércoles, 18 de enero de 2012

Héroes de la Antártida (II)

(Continuación) Y además había vivido con los inuit, pueblos esquimales que habitan las regiones árticas de América y Groenlandia, de los que aprendió sus medios de supervivencia.

Por ejemplo, para tirar de los trineos, adquirió en Groenlandia cincuenta (52) perros esquimales, de los que era un experto conductor, y los utilizó durante toda la expedición.

Dispuso de vestimentas confeccionadas con piel de animal y empleó como refugios los iglúes que practicaba en la misma nieve cada jornada.

También eligió cuidadosamente a sus compañeros: un especialista en perros, un aduanero, un campeón de esquí y un arponero de ballenas.

Además escogió la mejor ruta posible. Prefirió el lado este de la barrera de hielo de Ross, donde las temperaturas son más suaves que la del lado oeste.

Aunque también corrió sus riesgos. En cierta ocasión Amundsen decidió cruzar un glaciar ya que era la ruta más corta hacia donde iba. Más corta, pero mucho más arriesgada.

Y es que dicho glaciar no estaba marcado en ningún mapa. Nadie sabía nada de él. Todo un peligro para los expedicionarios. Pero tuvo suerte.

Y él fue quien marcó la posición del Polo Sur.

¿Por qué Scott no fue el primero en llegar al Polo Sur?
Por su parte Scott, con formación eminentemente naval, era capitán de la Marina Real Británica, optó por otras posibilidades. Empleó en la primera etapa trineos de perros y después, en la segunda etapa, trineos mecanizados y ponis siberianos.

Con el paso del tiempo los primeros se terminaron congelando y los segundos no pudieron soportar las bajas temperaturas, por lo que los tuvieron que sacrificar.

El resultado fue que tuvieron ellos mismos que llevar los trineos.

Además, como refugio diario, utilizaba cabañas prefabricadas que tenían que transportar, lo que dificultaba su avance. Y como vestimenta usaron prendas de lana, por desgracia, no tan aislantes como las pieles.

A la vista está que lo suyo fue todo un cúmulo de desaciertos. Una fatal cadena de errores a los que se unió, por qué no decirlo, la mala suerte.

No solo se toparon con un tremendo temporal, con el que Amundsen no se encontró, sino que en esos días padecieron las temperaturas más bajas que en ese continente se habían registrado en los últimos cien años.

Pues bien, a pesar de todo, aun así lograron su propósito. Si bien perdieron la vida de vuelta al campamento base.

Sus cadáveres no fueron encontrados hasta el siguiente verano austral, en noviembre de 1912. Y entre los restos, el diario de Scott.

“Ha sucedido lo peor. Se han desvanecido todos los sueños.
Es una lástima, pero no creo que pueda escribir más”. Y así fue.

Son las últimas palabras que escribió Robert Scott en su diario, el 19 de marzo de 1912, antes de morir congelado.

Soportaron vientos de hasta 300 km/h, temperaturas inferiores a cincuenta grados Celsius bajo cero (-50 ºC), un enorme océano congelado «que se desplazaba y retorcía como si estuviera vivo» y una costa sin apenas puertos naturales. Un retorno imposible.

Robert Scott, el hombre que murió por hacer realidad un sueño: llegar al Polo Sur.  

Una imagen ésta del héroe derrotado, del sueño no cumplido que suele tener tirón emotivo.

Quizás por eso en 1988 el, por entonces triunfante conjunto musical español Mecano, le dedicó una canción: Héroes de la Antártida. Una canción de perdedores.


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