lunes, 24 de septiembre de 2012

Enroque a la Torre-03

Cuando estas palabras se irradien por antena y estén llegando a sus oídos, la noticia que llevan las ondas de frecuencia modulada que la portan, habrá cumplido ya un mes.

O estará a punto de hacerlo.

Como seguro conocen, en la víspera del pasado 15 de agosto era descubierta en Sevilla, en la Plaza Virgen de los Reyes, una estatua dedicada al Papa Juan Pablo II.

Un mes. Demasiado tiempo periodístico como para que dicha noticia tenga actualmente un mínimo de interés público.

Poco importan ya los intereses puestos en juego alrededor del proyecto escultórico; la mayor o menor idoneidad de la ubicación del monumento o, incluso, el oportunismo temporal de su inauguración. Poco importan.

En realidad, poco es mucho. La intrahistoria del monumento papal ya no interesa nada (o casi nada) a nadie (o casi nadie).

Sin embargo, una figura como la de Juan Pablo II, desde el punto de vista periodístico, resulta ser un prisma con muchas caras que observar. Lo que supone otras tantas ventanas desde las que observarlo.

Y hoy les traigo uno de ellas. Está relacionado con la ciencia. Natural. Con qué si no iba a estar.

Resulta que no es del todo conocido que fue durante su papado, cuando la Iglesia accedió a que científicos independientes analizaran la antigüedad del lienzo custodiado en la Catedral de Turín.

Juan Pablo II, su estatua y la Sábana Santa
Uno de los muchos que por el mundo hay, conocido como Sábana Santa y del que se suponía había envuelto el cuerpo sin vida de Nuestro Señor Jesucristo.

Digo suponía porque, tras las pruebas de datación del C-14 realizadas en 1988, los investigadores descubrieron que la supuesta reliquia era falsa. Se trataba de una reproducción realizada entre 1260 y 1390. Es decir del medioevo. O sea.

Unos resultados que fueron hechos públicos sin demora, por el ex arzobispo de Turín, el cardenal Ballestrero, el 13 de octubre de 1988. Y publicado por la prestigiosa revista Nature en el número del 16 de febrero de 1989.

O sea que Iglesia y ciencia de la mano. Lo que, estarán conmigo, no es usual. Pero ahí está.

Una singular situación que posibilitó el hoy papa beato. Él tenía claro que ciencia y creencia eran malos compañeros de viaje, que no deben ir juntos. Una debe empezar justo donde acabe la otra.

“La santidad de la Sábana es una provocación a la inteligencia”. Así se expresaba el 24 de mayo de 1998. Una demoledora conclusión científica en boca papal. De ahí este Enroque a la Torre.

No, la santidad de ese lienzo no es dogma de fe para la Iglesia. No es una reliquia. No es un resto auténtico de Jesucristo. Tan solo es un icono. Uno más de los que adornan nuestras iglesias. O sea.

Para La Torre mira.
Carlos Roque Sánchez.
Enroquedeciencia.es


1 comentario :

un sevillano dijo...

No entinedo los enroques a la torre