viernes, 30 de noviembre de 2012

Goldfinger o la chica de la muerte dorada (3)


(Continuación) ¿Es acertada la mortal ficción? ¿Realmente la piel necesita respirar y si tapamos todos sus poros nos asfixiaríamos? ¿Surge la creencia popular a raíz de la película o es al revés, y es ésta la que desencadena la credulidad?

Pues como suele ocurrir en la vida, de todo hay. Y lo sabemos por la documentación que existe del rodaje de la película.

Goldfinger, el rodaje 
Por supuesto que en los años sesenta del siglo pasado, ya se tenía conocimiento de las distintas funciones vitales que una piel sana lleva a cabo en nuestro organismo. Entre ellas que “respira” y, una oclusión total de la misma, podría tener consecuencias graves para nuestra salud.

De modo que una cierta intuición sobre el asunto ya había.

Buena prueba de ello la da el hecho de que, durante la preparación y rodaje de dicha escena, estuvo un equipo médico, compuesto por un doctor y una enfermera, para prevenir posibles complicaciones.

La actriz que protagonizó la famosísima escena se tuvo que someter, durante una hora y media, a ser pintada con pintura de modelo, constituida por millones de partículas de oro.

Según contó después, tenía la sensación de estar untada con un gel cremoso y algo grasiento, aunque más incómodo y caluroso. Lo que no tiene buena pinta para quien lo lleva pero, lo cierto es que, vista por los demás, parecía llevar una segunda piel que le daba una apariencia sensacional. Sensacional.

Desde el punto de vista artístico de la moda y las costumbres, les diré que la actriz llevaba puesto un pequeño tanga y unos conos, al estilo Madonna, que cubrían sus pechos. Eran otros tiempos. Nada que ver con los de hoy.

Desde el punto de vista científico, se recomendó que no se superaran los sesenta minutos (60 min) con la pintura puesta. De modo que tanto el proceso de maquillaje, como el rodaje y las fotografías posteriores se realizaron en un tiempo récord.

No obstante, se ve que no las tenían todas consigo. Dejaron diez centímetros cuadrados (10 cm2) de piel sin pintar, en el abdomen de la actriz. Su finalidad evidente: que la piel pudiera “respirar”. Más vale prevenir que curar.

Ya para ir acabando con esta etapa del rodaje, y según he podido leer, para quitarle tanta pintura del cuerpo se necesitaron varios baños turcos con sus respectivas refriegas.

Y para colmo ese día la actriz, que por un imperdonable olvido aún no les he dicho su nombre, tenía fiebre. Es dura la vida del artista, nadie lo pone en duda.

Leyendas urbanas 
Bueno pues como pueden ver estamos metidos en un bucle.

La creencia popular de que el hecho de pintarse el cuerpo puede provocar la muerte por asfixia, y que dio lugar a la famosa escena de la película, además de condicionar su rodaje, se vio en buena medida reforzada por la susodicha escena de la película en la que la chica muere.

Es como la pescadilla que se muerde la cola.

La escena cinematográfica es creíble porque existe la creencia popular de que es posible morir así, y la creencia es cierta porque si no, cómo iba a salir en una película. Y vuelta a empezar.

Lo dicho. Un efecto perverso de retroalimentación, pero nada nuevo. Si lo piensa así es como funcionan las leyendas urbanas desde el principio de los tiempos. (Continuará)


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