sábado, 10 de noviembre de 2012

Por el amor de Dios


Segunda de las entregas de esta miniserie que relaciona arte y ciencia, y que arrancó hace unos días. Es también del artista británico Damien Hirst (1965), del que ya les conté algo de su vida profesional. Ahora lo hago de la personal.

Por lo que he leído, su juventud no fue todo lo feliz que sería deseable para cualquier niño. Cuando tenía doce (12) años su padre, mecánico de automóviles, abandonó a la familia.

Un sucedido que su madre, una mujer muy católica, no llevó nada bien debido a su gran fanatismo religioso e intransigencia social.

Una prueba de lo que les digo se deduce de las palabras del propio artista: “Si a ella no le gustaba cómo iba vestido, me recogía rápidamente de la parada de autobús”. De hecho, en cierta ocasión, le recortó sus pantalones punk para 'adecentarlos', según ella. No le gustaban así.

Incluso metió en un horno uno de sus discos de los Sex Pistols, para convertirlo en un bol de frutas. En fin, lo dicho. La buena señora era algo intransigente.

Pero Damien no se queja de la influencia de su madre en él. Es más, le agradece la forma en la que fomentó en él, su gusto por el dibujo. Única asignatura en la que sacaba buenas notas en los tiempos escolares. Una madre es una madre.

La influencia de mamá se notó incluso en el nombre que le puso a una de sus obras. La que hoy les traigo e intitula la entrada, ‘Por el amor de Dios’.

For the Love of God (2007) 
Por ahora es la obra de arte más cara vendida por un artista vivo. No les digo la cantidad y así les ahorro el sofocón que les causaría saberla. Una indecencia créanme.

En el tiempo sucede a La imposibilidad física de la muerte… de la semana pasada y ya ve de lo que va. Una calavera humana con diamantes incrustados. Ése es el arte de la obra.

La ciencia la pone el saber que no es una calavera cualquiera, ya que data del siglo XVIII y que no son pocos los diamantes que empleó. Nada menos que ocho mil seiscientos uno (8601), que se dice pronto, pero que no es poco.

Y ya que hablamos de lo que hablamos y puesto a elegir, me quedo con otro tipo de obra.

En concreto con cualquiera de las joyas que una conocida marca de lencería, lanza en forma de sujetador adornado con rubíes, zafiros, diamantes y amatistas y porta una de las modelos de pasarela del momento.

Me quedo con ella por todo. Por anatomía, química y arte.

Por cierto, que me iba sin comentárselo, el título de la obra, he vuelto a la calavera de Hirst, le viene al parecer, de un comentario que hizo la madre del artista cuando vio la obra: “Por el amor de Dios, ¿qué será lo próximo que hagas?”.

Normal. Lo que diría cualquier madre. Y ella sabía que lo haría.

Lo que no sepa una madre. (Continuará)


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