martes, 18 de diciembre de 2012

La ciencia cierta de Hulk


La respuesta nos viene del campo de la Física y más en concreto de la Física Nuclear de baja y alta energía. Una disciplina en la que confluyen cuerpos de conocimientos pertenecientes, tanto a la física clásica (mecánica y electromagnetismo), como a la física moderna (cuántica,  y teoría del caos).

Por ellas sabemos que, bajo ninguna circunstancia, podría haber sobrevivido una persona que se hubiera visto sometida a una radiación gamma, de la intensidad que sufrió el doctor Banner.

Y aún en el caso de haberlo conseguido, nunca digas nunca jamás, ninguno de los datos experimentales que obran en nuestro poder nos hacen pensar que, ni por asomo, dicha radiación podría producir esos efectos en un ser vivo.

Por desgracia no es así.


Radiaciones electromagnéticas
Desde mediados del siglo XIX sabemos que las radiaciones o rayos gamma (ϒ) no son más una fracción del espectro de ondas electromagnéticas, junto con los rayos X, el ultravioleta (UV), la luz visible, el infrarrojo (IR), las microondas y las ondas de radio.

En concreto son las de menor longitud de onda (λ), del orden de picómetros o billonésimas de metro (0,000 000 000 001 o 10-12 m) y mayor frecuencia (f), es decir, las de mayor energía (E) y, por tanto, las más peligrosas para la vida con diferencia.

Recordemos que longitud y frecuencia son magnitudes físicas inversamente proporcionales, a través de la velocidad de las radiaciones (c),

c = λ · f

Y que la energía es directamente proporcional a la frecuencia, según la hipótesis cuántica para la radiación de un cuerpo negro, emitida en 1900 por el físico alemán M. Planck (1858-1947).

E = h · f

Radiaciones gamma
Los citados rayos gamma se emiten en gran cantidad durante una explosión nuclear artificial, provocada por el hombre.

Pero también se producen de forma natural en fenómenos astrofísicos como la explosión de una supernova, en los núcleos activos de las galaxias y en los denominados estallidos de rayos gamma GRB (del inglés Gamma Ray Burst).

Independientemente de su origen, la razón física de su existencia se halla en la desintegración radiactiva de determinados elementos químicos como los isótopos doscientos treinta y cinco del uranio U-235, sesenta del cobalto Co-60 o ciento treinta y siete del cesio Cs-137.

Y su alto contenido energético, en la vida real, tiene unos devastadores efectos sobre los tejidos humanos. Nada que ver con los ficticios del cómic.

La dosis absorbida de radiación se mide en el Sistema Internacional (SI) en sievert Sv, y, aunque lo trataremos más abajo, les adelanto que, por encima de ocho sievert (8 Sv), los efectos ya son mortales en el cien por cien de los casos.

Y que en una explosión nuclear, la dosis puede alcanzar, fácilmente, treinta siervet (30 Sv).

Como ligera apostilla docente les diré que el sievert es una unidad derivada del SI, que mide la dosis de radiación absorbida por la materia viva, y que equivale a un julio (1 J) de energía por cada kilogramo (1 kg) de masa.

Su nombre deriva del físico y médico sueco Rolf Sievert (1896-1966), que contribuyó de forma notable en el estudio de los efectos biológicos de la radiación ionizante.

Pero la dura realidad de los efectos de las radiaciones gamma, tan solo los empezamos a conocer en agosto de 1945. Con los bombardeos nucleares realizados sobre las ciudades de Hirosima y Nagasaki, y que pusieron fin de forma inmediata a la Segunda Guerra Mundial.

Es en esta inicial ignorancia, acerca de los nocivos efectos biológicos que las radiaciones gamma tienen sobre los seres vivos, donde encontramos una explicación, y hasta disculpa, para la falta de base científica de los superpoderes de Hulk.

Al menos para sus aventuras de los años sesenta del pasado siglo XX. Otra cuestión es lo que vino después.

Entonces, si no aumentan de tamaño y no proporcionan más masa y fuerza, ¿cuáles son los efectos reales que producen la exposición a los rayos gamma?


1 comentario :

Anónimo dijo...

¿por qué no escribe de superhéroes?