lunes, 14 de enero de 2013

PUERTA DEL NACIMIENTO DE LA CATEDRAL DE SEVILLA (y 2)


(Continuación) Ahí está la escena del nacimiento de Jesús, que no Cristo. Prefiero utilizar el término Jesús para nombrar al hijo del Dios cristiano, y no Cristo o Jesucristo.

La razón es porque Cristo no es ningún nombre. Es un título y significa “ungido”. De modo que Jesucristo es Jesús el ungido. A mí me gusta más Jesús o Jesús de Nazaret.

Una cuestión de gusto, claro.


Y volviendo a la escena del nacimiento me voy a centrar en un detalle. En ella aparecen una mula y un buey, pero están lejos del niño Dios y recluidos en una pequeña cuadra.

Un detalle importante ya que, a esa distancia, difícilmente podrían darles cobijo y calor con sus cuerpos y vaho, como reza la tradición. Que no olvidemos es el único sustento de esta creencia, según la cual, hubo una mula y un buey en el establo. Que ésa es otra.

¿Hubo una mula y un buey en el establo? 
Vaya por delante que no se ha encontrado ninguna prueba científica empírica que lo demuestre. Tan sólo la escasa información que proporcionan los textos sagrados. Es decir, lo único que tenemos es lo que se puede inferir de las evidencias, que no pruebas, documentales.

Y lo realmente increíble de esta cuestión es que ningún evangelio narra una escena en la que estos animales aparezcan, supuestamente adorando a Dios recién nacido. Como se lo digo.

Por ejemplo, Mateo cuenta y de forma somera, la Adoración de los Reyes Magos, pero a los animales ni los nombra. Y Marcos ni siquiera dice lo más mínimo de toda la infancia de Jesús.

Tampoco Lucas, cuando nos describe el Nacimiento en el pesebre y la Adoración de pastores y Reyes Magos, hace la menor mención de ellos.

No. No hay ni mula ni buey en los evangelios. Pobres animales.

¿De dónde procede entonces, esta creencia tan extendida? 
Donde únicamente se habla de animales es en un evangelio apócrifo, el PseudoMateo. Una narración en la que se pretende dar credibilidad a dos supuestas profecías sobre Jesús.

Una de Isaías (1:3): “El buey ha conocido a su dueño y el asno el pesebre de su señor”. La cita es correcta pero la verdad es que su interpretación es libre. Puede leerse de muchas formas y en cualquier sentido, ya que está descontextualizada. Así que, según deseos. Estas cosas pasan.

La otra, de Habacuc (3:2): “... te manifestarás entre dos animales”. Lo cierto es que esa cita nunca existió. Perdón. Bien dicho existe. Solo que no dice eso.

Hubo un elemental error de traducción, ya que en verdad dice: “...en medio de los tiempos”. Un lamentable error. Pero estas cosas pasan también.

Luego la bucólica escena de los animales no es más que un error. Un error envuelto en el papel del deseo, guardado en la bolsa de la leyenda y todo dentro de una caja llamada creencia.

Por cierto un detalle.

Resulta curioso que, de todos los animales en los que se podría haber pensado para el pesebre, éstos sean un buey, es decir un macho bovino, un toro, castrado después de la pubertad, y una mula, un animal híbrido, supuestamente, estéril.

Qué cosas.


1 comentario :

Daniel Vela dijo...

Interesante pero poco científico para el blog. Es mi opinión