miércoles, 29 de mayo de 2013

A. EINSTEIN: UNA BIOGRAFÍA. Madurez (VI)


Al día siguiente, 27 de febrero, en un solemne acto, el alcalde de la ciudad le dio la bienvenida en catalán, y se agasajó al matrimonio con diferentes festejos.

En respuesta, Einstein, pronunció una breve frase que prácticamente nadie entendió, al decirla en alemán: “Espero que Barcelona esté en la vanguardia de las ciudades que aspiran a una política de solidaridad humana donde no haya odios de ninguna clase”.

Todo un clariver social por parte del científico. Mejor, sin comentarios.

Ciencia, Política y Sociedad
También correspondió con una conferencia que, por motivos obvios, casi nadie entendió ni comprendió. Y es que el “todo Barcelona” había asistido, persuadidos de que las palabras del genio harían época.

Todas las reseñas periodísticas coincidían, con pesar, en el hecho de que casi nadie del público había sacado nada en claro de las palabras del físico. Narran que salían “con los ánimos en suspenso, llenos de turbación y desaliento”.

A este respecto, el propio Einstein dijo, medio en broma, que Esteban Terrades era el único español que lo comprendía. Incluso comentó que, de algunos temas: “Sabe usted más que yo”. Sencillamente genial.

Esa misma noche asistió, invitado por los comités de la CNT, a una de sus reuniones. Fue aquí, y entonces, cuando dijo: “Yo también soy revolucionario, si bien científico, y sigo con atención todas las cuestiones sociales. Esa represión de la que me habláis, me parece que contiene más estupidez que maldad. Hacéis resaltar las cosas malas. Pero también hay cosas buenas en el régimen actual”.

Por supuesto que las palabras dieron la vuelta al mundo y el genio tuvo que matizarlas más tarde. No en vano estupidez y maldad suelen ir juntas.

Organizadas por el Instituto de Estudios Catalanes, entidad que le había invitado a España, dio tres conferencias en el palacio de la Diputación. Versaron sobre Relatividad Especial o Restringida, Relatividad General, inercia, constancia de la masa, fenómeno de la gravitación y los desarrollos, realizados por otros científicos, de los principios relativistas.

Al parecer, el nivel de exposición que utilizó fue tan elevado, que todos los cronistas coincidieron en que nadie había entendido nada.

Einstein también habló en la Real Academia de las Ciencias de Barcelona. Lo hizo sobre las consecuencias filosóficas de la relatividad, discrepando de las ideas del filósofo prusiano Immanuel Kant (1724-1804) sobre el espacio y el tiempo.

Lejos quedaban los sentimientos de sus juveniles lecturas kantianas.

No hay caminos reales para la Ciencia
Convertido en un icono de la vanguardia científica, fue atacado por su sector más conservador, en especial por el astrónomo y divulgador científico barcelonés J. Comas (1868-1937).

Muy poco acertado al mostrar su escepticismo acerca de la revolución einsteniana -no dejó de rebatirlo públicamente en conferencias y diarios- mostró, sin embargo, mucha agudeza al opinar sobre la repercusión social de la visita del genio.

“Ese público… ha quedado mucho más desorientado que antes, a causa de no haber entendido nada… no vio por ninguna parte las relaciones que esperaba, y no sintió su espíritu ni un momento sugestionado por la oratoria del disertante”.

Cuentan que en tiempos del matemático griego Euclides (325- 265 a C), el príncipe Tolomeo, a la sazón tirano de Alejandría, un día que asistió a una de las clases del matemático le pidió que se expresara de una forma más sencilla e inteligible, a lo que Euclides contestó: “Señor, no hay caminos reales en geometría”.

Pues eso. A buen entendedor.

Einstein viajó por Cataluña, recibiendo diferentes homenajes en los que quedó patente su deseo de conectar con el nacionalismo catalán. En su diario anotó: “Estancia en Barcelona. Mucho cansancio, pero gente muy amable (Terradas, Campalans, Lana, la hija de Tirptz), canciones populares, baile y comida. Ha sido agradable”.

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