miércoles, 8 de mayo de 2013

‘Un niño y su átomo’. La película


Seguro que está al tanto de la noticia y que la ha visto, oído y leído en los diferentes medios de comunicación.

La compañía tecnológica IBM Research en California, ha realizado la que pasa por ser la película más pequeña del mundo. La más pequeña, pero no la más corta. Insisto en este punto.

Sucede que son un puñado de átomos las entidades que protagonizan este “corto” animado. De ahí el calificativo de pequeño.


Un grupo de átomos son las minúsculas estrellas de este film animado y razón por la que ha quedado registrada como tal, en el Libro Guinness de los Récords.

Porque, aunque ya le han precedido otros videos de átomos en movimiento, éste es el primero en el que, algo tan pequeño, se ha manipulado para contar una historia.

Una (muy buena) excusa para hablar de ciencia
‘Un niño y su átomo’ presenta a un personaje llamado Atom, que se hace amigo de un átomo solitario con el que pasea, baila y juega a atrapar una pelota y a saltar en una cama elástica.

Acompañada de una alegre banda musical, a mí me recuerda los primeros videojuegos. Sobre todo por las escenas en la que el niño hace rebotar la pelota en un extremo del cuadro y por los sencillos efectos musicales.

En palabras de Andreas Heinrich, investigador jefe de IBM Research: “Creemos que es emocionante y que dará impulso a la gente en preguntarse ¿Qué es eso? ¿Qué son los átomos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué pasó? Todas esas preguntas que queremos que la gente haga”.

Totalmente de acuerdo. El film, por sí solo, constituye una forma inteligente y singular de llamar la atención sobre la ciencia, de quienes no forman parte de la comunidad científica.

Un más que loable objetivo que, a nadie escapa, no está exento de importantes retos artísticos, científicos y tecnológicos.

Algunos datos de interés artístico-técnico
En lo personal, la realización del corto atómico -dura aproximadamente un minuto y medio (91 s)- ha requerido del esfuerzo de cuatro científicos-cineastas, trabajando dieciocho horas (18 h) diarias durante dos (2) semanas.

Para el rodaje han utilizado la técnica de animación cuadro a cuadro (stop motion), y en el que cada uno de estos cuadros mide tan sólo cuarenta y cinco por veinticinco nanómetros (45 nm x 25 nm).

Unos cuadros que, ya se lo imagina, están amplificados para poderse ver en el film. Recordar de nuestros tiempos escolares que el nanómetro es un submúltiplo o divisor de la unidad de longitud metro y que equivale a su mil millonésima parte.

Escrito en notación decimal sería: 1 nm = 0, 000 000 001 m; y en notación científica: 1 nm = 10-9 m.

Para que se hagan una idea, aunque desde ya les prevengo que es inimaginable, es como si en un milímetro (mm), distancia que separa dos divisiones próximas de cualquiera de los “metros”, “reglas”, escuadras y cartabones que tenemos en nuestras casas y mesas de estudio, hiciéramos más divisiones.

En concreto, como si esa distancia la dividiéramos a su vez en mil partes y cada una de ellas la volviéramos a dividir en otras mil. Pues bien, lo que separa dos cualesquiera de ese millón de rayas trazadas en el milímetro, sería un nanómetro.

Ya les previne, es inimaginable para la mente humana.

Volviendo a la producción del corto han de saber que se ha realizado cambiando la posición de los átomos, situados sobre una superficie de cobre Cu (s), para cada uno de los fotogramas que la componen.

242 fotogramas
Bueno pues de 45 nm x 25 nm, los científicos capturaron hasta doscientos cuarenta y dos (242) cuadros, que componen los otros tantos fotogramas de la película.

Así es como han conseguido los espectaculares efectos del niño bailando, lanzando una pelota y saltando en un trampolín que podemos ver.

La más pequeña les decía por el tamaño de sus protagonistas y que evidencia que se puede mostrar el lado divertido de la ciencia, por muy dura que sea ésta. Que lo es. No se equivoque.

Para los cambios de posición de los átomos en cada fotograma han tenido que utilizar lo último en nanotecnología. Nada menos que la asociada a la punta de un microscopio de haz de electrones o de efecto túnel (STM, por sus siglas en inglés).

Lo que, créanme, son palabras mayores en ciencia, y más para para hacer sólo una película de animación.

Tal como dice el señor Heinrich: “Una cosa es mover átomos, se puede hacer agitando la mano, y otra bien distinta colocarlos con precisión y captarlos, para crear una película original a nivel atómico. Eso es una ciencia precisa y totalmente novedosa”.

Una ciencia y un arte añadiría yo. Quién lo puede negar viendo “A Boy and His Atom”.


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