jueves, 13 de junio de 2013

A. EINSTEIN: UNA BIOGRAFÍA. Madurez (VIII)


En la Residencia de Estudiantes
El jueves día 8, Einstein, fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Madrid. Por la tarde dio una conferencia (la cuarta) en el Ateneo madrileño, presidida por el doctor Gregorio Marañón (1887-1960) y versó sobre las consecuencias filosóficas de la relatividad.

El viernes, día 9, visitó Manzanares el Real y el Escorial, dando por la tarde una conferencia, en esta ocasión de divulgación (la quinta) en la Residencia de Estudiantes, y en la que Ortega actuó de traductor pues la dio en alemán.

Es muy probable que Ortega fuera uno de los pocos españoles de aquel tiempo, capaces de comprender la trascendencia de la teoría einsteniana.

Einstein y Dalí: Ciencia y Arte
A esa conferencia de Einstein en la Residencia de Estudiantes, el “Oxford madrileño”, acudieron entre otros muchos, dos residentes famosos: Salvador Dalí y Luis Buñuel.

La semilla científica que sembró el genio alemán, fructificó. En el primero, con el tiempo, en los años treinta. Serían sus “relojes blandos” y el famoso “hipercubo”, una figuración abstracta en cuatro dimensiones, inédita hasta entonces en el arte.

En el segundo, de forma inmediata, tan solo dos meses después de la conferencia. Lo haría en forma de artículo: ‘Por qué no uso reloj’. Un texto lleno de guiños divertidos a la teoría de la relatividad.

Relativamente claro
En uno de los “chistes” publicados en el diario ABC, un académico preguntaba a otro si había entendido la Teoría de la Relatividad, y éste le respondía diciendo: “¡Hombre, la verdad, la he comprendido muy relativamente!”.


Y es que, como el propio Einstein reconocía, “sin una seria preparación matemática, por lo menos la que tienen los ingenieros”, no era posible comprender su teoría.

Los días siguientes quedaron libres para el matrimonio, que los aprovecharon para realizar visitas a su aire. La prensa de la época nos dice que visitaron el Museo del Prado como unos turistas más.

Aunque el aplauso por su excelencia investigadora fue unánime, no faltaron las críticas hacia sus teorías, y así por ejemplo, un artículo titulado ‘Originalidades Einstenianas’ y firmado por José María Salaverria, tildó las hipótesis del alemán de “capricho inútil” y “conocimiento perfectamente gratuito” al que se entregan las gentes.

También en el diario ABC podemos leer lo que Einstein cobró por su conferencias: tres mil quinientas pesetas (3500 ptas), una vez deducidos los impuestos. Y de Madrid a...

A Zaragoza
El día 12 llegaba a Zaragoza, donde daría dos conferencias más, acerca de la “vulgarización” de sus teorías.

En una de ellas el rector de la universidad tuvo buen cuidado de que la pizarra, en la que el físico escribió sus formulaciones, no fuera borrada y así se conservara, como un documento único para la posteridad.

Venía avisado por los lamentos del rector de Barcelona, que no fue tan previsor y con aflicción vio como Einstein borraba sus anotaciones. Por supuesto que tuvo tiempo para visitar el Pilar y otros monumentos zaragozanos.

En una de las cenas que se dieron en su honor tocó el violín, al parecer acompañado por el famoso pianista E. von Sauer.

De Zaragoza volvió a Madrid de donde partió en tren hacia Francia. Y lo hizo como un rey, ya que el monarca español puso a su disposición el vagón real.

Así se ponía fin a una estancia de dos semanas y media en España.

Por cierto que, de vuelta a Berlín, y ya en territorio francés, Einstein, cansado de tanto protocolo y boato le dijo a su esposa: “Tú puedes hacer lo que prefieras, pero yo pienso continuar el viaje en tercera clase”.

Genio y figura.

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