domingo, 16 de junio de 2013

Marquesa De Châtelet (I)


En pleno siglo de la Ilustración, cuando la cultura francesa dominaba Europa y el filósofo F. M. Arouet, más conocido por Voltaire, dominaba a esta cultura, la inteligencia, educación y elegancia de una mujer francesa de 26 años, cautivaba la mente y el corazón del filósofo más célebre de la época

¿Quién era esa mujer?
Desde pequeña, Gabrielle Émilie Le Tonnelier De Breteuil (1706-1749), futura marquesa de Du Châtelet, recibió una educación que muy pocas mujeres de su época podían pensar en tener.

A los doce (12) años ya leía y hablaba con corrección latín, alemán, griego, italiano e inglés, a la vez que mostraba un talento artístico fuera de lo común.

A pesar de su gran estatura (1,75 m) era una excelente bailarina, cantaba ópera, tocaba el clavecín y hacía teatro aficionado. Cuando con 16 años fue presentada en la corte de Versalles, demostró tener un gusto muy personal y exquisito.

Se distinguía por sus vestidos, calzados, accesorios y joyas. Sobre todo los diamantes.

Del buen gusto de la joven Emilie da fe su cita sobre la moda: “Las mujeres necias siguen la moda, las pretenciosas la exageran. Sólo las mujeres de buen gusto pactan con ellas”.

Toda una declaración de independencia y tenía sólo 17 años. Impecable y proverbial.


Amor y ciencia
Con diecinueve (19) años su padre la casó con el marqués de Du Châtelet. Un matrimonio de conveniencia con un aristócrata militar, sólo interesado en la guerra, la caza y en tener descendencia.

De ahí que, una vez que Emilie le garantizó ésta última con tres hijos, el matrimonio empezó a llevar una vida separada.

Algo, por otro lado, frecuente y no mal visto en aquella época. Uno de sus amantes fue el duque de Richelieu, con el que compartió lecho y aficiones intelectuales: historia, literatura, filosofía y a Isaac Newton (1642-1727).

De hecho fue el duque quien la animó a que estudiara geometría, álgebra, física y cálculo, para mejor entender las ideas del genial inglés. Algo inusual en las mujeres de su época y que Emilie hizo con dos grandes matemáticos: A. Clairaut (1713-1765) y P. L. Maupertuis (1698-1759).

Unos conocimientos científicos-matemáticos que le vinieron muy bien, en la relación intelecto-sentimental que mantuvo con su siguiente amante.

Presentó varios artículos en la Academia Francesa de la Ciencia, sobre los trabajos de una pionera de la revolución científica: la matemática y astrónoma Anne Finch, condesa de Conway (1632-1678).

"Encontré a mi alma gemela"
No es de sorprender que el gran Voltaire se expresara así cuando la conoció en 1733. Quedó seducido por esta extraordinaria mujer. Pronto se hicieron amantes. Un amor peligroso el suyo, por varios motivos.

Uno. La poca discreción con la que llevaron su “liaison”.

Dos. El talante escéptico, comprometido, irreverente y sarcástico de Voltaire, que le llevó a ser perseguido por la justicia, debido a sus escritos contra la injusticia social y política, la intolerancia religiosa y la guerra.

Tres. La actitud socialmente comprometedora de Emilie, que durante la década de los años 30 frecuentaba los cafés de París disfrazada de hombre, participando en todas las tertulias y debates filosóficos y científicos, como uno más. Demasiado.

Lo suficiente como para que tuvieran que abandonar París y poner tierra de por medio. (Continuará)




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