miércoles, 3 de julio de 2013

A. EINSTEIN: UNA BIOGRAFÍA. Senectud (I)


En busca de la teoría (única) perdida
Einstein creía que las dos interacciones fundamentales conocidas hasta ese momento, electromagnética y gravitatoria -ya explicadas, a satisfacción, por teorías independientes- podrían ser descritas también por una teoría única. De hecho, ya había escrito un trabajo preliminar en 1923.

Años después, el 10 de enero de 1929, la Academia Prusiana de las Ciencias le publicaba un nuevo trabajo sobre su Teoría del Campo Unificado (TCU).

La noticia corrió como la pólvora.

De nuevo había revolucionarios descubrimientos del mundo. Los periodistas, buenos son ellos, intentaron conseguir una copia del trabajo antes, incluso, de ser publicado. No era para menos.

El hombre que había demostrado que “la luz se curvaba”, ahora encontraba las ecuaciones que “resuelven el enigma del universo”.

Algo increíble. Pero incierto.


Por desgracia, no fue así. La nueva hipótesis de Einstein no era completa y estaba errada. Tanto, que la abandonó al poco tiempo por un nuevo enfoque que, a su vez, fue sustituido por otros modelos.

Para colmo se descubrieron dos nuevas interacciones, nuclear fuerte y nuclear débil, que había que unificar también, lo que complicaba su formulación. La TCU fue otra de las largas, arduas y solitarias tareas que emprendió Einstein, sólo que ésta sin éxito.

Una búsqueda quijotesca rodeada de sanchos.

Mientras, su relatividad seguía sin rival. Al alcance de todos. Como rezaba un chiste en The New York, 1929: ‘La gente se acostumbró poco a poco a la idea de que la geometría del espacio era la realidad física última (Profesor Einstein)’.


Cincuenta cumpleaños
14 de marzo de 1929. El cumpleaños del físico se convierte en un acontecimiento mundial... ¡que no se celebra!

Sencillamente, nadie sabe dónde estaba el hombre. Albert, asustado de su repercusión mediática, se había ocultado en la casa de campo de un amigo. Una reacción humana.

Con motivo del mismo, la ciudad de Berlín le quiso regalar una casa en Caputh, a orillas del río Havel, conocedora de su afición a la navegación a vela. Una idea bienintencionada que, por diferentes problemas políticos, económicos y administrativos se fue postergando una y otra vez.

Enfadado, puso fin al problema manifestando, de manera oficial, su renuncia al regalo inexistente. Se la compró él, aunque necesitó de todos sus ahorros. Fueron unos veranos muy felices.

Sombras y luz
Ese otoño se produce el crack de Wall Street que arrastra a la tambaleante economía alemana. Es la señal de salida para el partido nazi de A. Hitler hacia el poder. Einstein pasa de nuevo a ser el enemigo a batir, el judío a atacar.

Al frente de este ataque contra la “física judía” un viejo conocido, el inefable científico nazi P. Lenard (1862-1947).

Es entonces cuando Einstein es invitado a palacio por la familia real belga. Desde el primer momento simpatizó con la reina Isabel de Bélgica. Albert mantuvo una cariñosa relación con la mujer hasta el final de su vida.

Buena prueba de ello es que en su prolífica correspondencia la encabezaba con un simple y familiar “Querida Reina”.

Sexta Conferencia Solvay
Todo el mundo de la Física esperaba con interés la Conferencia Solvay de 1930 en Bruselas. El enfrentamiento dialéctico determinismo-incertidumbre, entre Einstein y Bohr, prometía más que el de tres años atrás. Que ya había sido fuerte.

Por cierto que, a esta Conferencia asistió por primera vez el físico español Blas Cabrera (1878-1945). En la fotografía es el tercero por la derecha de la primera fila, con los brazos cruzados sobre el pecho.

El Einstein determinista llevaba esta vez lo que él consideraba “la prueba del algodón” de la cuántica. Un experimento mental que se llamó ‘la caja de Einstein’ y que violaba el Principio de Incertidumbre, desmontando buena parte de la física cuántica.

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