miércoles, 31 de julio de 2013

¿Quién inventó las gafas de sol? (2)


Las gafas tintadas curativas occidentales (siglo XVIII)
Si bien tuvo que esperar unos siglos.

No fue hasta mediados del siglo XVIII cuando, en 1752, el óptico y diseñador de instrumentos científicos, el inglés James Ayscough, recomendó cristales planos y lentes, tintados de color azul o verde, para tratar algunos problemas de visión.

Es decir, no como gafas de sol o mecanismo de protección frente a los rayos solares, sino porque creía en los efectos salutíferos de esos tintes, para mejorar algunos defectos de la vista.

Una idea que cuajó en la sociedad.

Tanto es así que desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del siglo XX, se extendió su uso como prescripción para personas con sífilis, al ser la sensibilidad a la luz uno de sus síntomas.

La sífilis es una infección de transmisión sexual crónica, producida por la bacteria espiroqueta Treponema pallidum. Y sobre su origen, el de la enfermedad, no parecen ponerse de acuerdo los estudiosos del asunto; de hecho existen hasta tres hipótesis al respecto.

Unos supuestos que son fuentes de debate en campos de conocimientos como la Antropología y la Historiografía, desde hace más de seis siglos. Y sin solución de continuidad.

No parece haber unanimidad en la interpretación de los datos sifilíticos existentes, de modo que la controversia sobre este punto sigue asentada en la comunidad científica.

Volviendo a las gafas con lentes tintadas, y con la perspectiva que da el tiempo, se cree que fueron ellas las auténticas precursoras de las actuales gafas de sol y no las ahumadas chinas. Aunque tuvo que pasar algo de tiempo. Más o menos dos siglos.

Las gafas de sol de los militares (siglo XX)
La relación del hombre con las gafas de sol se podría decir que durmió el sueño de los justos, hasta comienzos de los años veinte del pasado siglo XX.

Cuando los pilotos de aviación estadounidenses, no dejaban de quejarse a sus superiores del deslumbramiento que les producían los rayos solares mientras pilotaban y, lo que de peligroso tenía este hecho, cuando realizaban maniobras delicadas.

Sin contar con los dolores de cabeza y náuseas que les ocasionaban la cada vez mayor duración de los vuelos, la también mayor altura a la que se realizaban y las intensas tonalidades de color azul y blanco del cielo a las que se veían sometidos.

Unas quejas que no fueron tenidas en cuenta.

No hasta que el teniente de la Fuerza Aérea John MacCready, en su informe del primer vuelo de costa a costa transcontinental sin escala que se realizó en globo (1923) -y por el que recibió su tercer Trofeo Mackay, único piloto en la historia en ganarlo tres veces-, se quejó de que los rayos solares le habían molestado en demasía durante su aventura.

Entonces sí fue cuando el ejército se puso a la tarea de diseñar unas gafas que evitaran dichas molestias. Y se las encargó a la empresa Bausch & Lomb, especializada en tecnología óptica militar.

Nacían las gafas antibrillo o “dispositivo de protección visual” que así lo llamaron, aunque a la historia pasaron con el nombre de ‘Aviator’.

Caracterizadas por ser amplias -con forma de peras, ajustadas al rostro de modo que protegían de los rayos provenientes tanto del frente como de los laterales y con doble puente-, tenían los cristales de color verde para disminuir la excesiva claridad de la luz solar a esas alturas.

Un nuevo accesorio que se convirtió en un elemento más del uniforme de la aviación y, por extensión, del ejército estadounidense.

El primer militar que marcó tendencia con ellas, sin proponérselo, fue el General MacArthur, al llevarlas puestas en el fotografiado desembarco de la playa de Filipinas en la Segunda Guerra Mundial.

Con ellas puestas quedó como un referente de hombre muy hombre. De hombre duro de pelar, de esos que en el planeta quieren serlo o aparentarlo.

Unas gafas de exclusivo uso militar hasta que en 1937 se autorizó su venta al público. Habían nacido las Ray-Ban, del inglés ‘ray banner’, “barrera contra los rayos”. Pero por esas fechas, unos años antes en realidad, la industria de la moda ya había puesto su mirada en las gafas de sol.

Anda que no tiene buen ojo el capitalismo para estas cosas de los negocios.



1 comentario :

Juan dijo...

Muuuuy interesante la verdad