miércoles, 16 de octubre de 2013

Partos, Luna llena y lógica


(Continuación) Habiendo visto en anteriores entregas, con más proximidad y detenimiento, cómo se nos despinta el falso mito de la Luna llena y la mayor frecuencia de partos en esas fechas, podemos pasar a ver qué queda de él, si ahora le aplicamos algo de lógica.

¿Qué podemos esperar si acometemos el mito con algo de sentido? Pues como ya se puede imaginar más bien poco, por no decir nada. Y el razonamiento es bien simple.

Si la Luna que tenemos ante nuestros ojos es la misma siempre, en el sentido de que tiene el mismo tamaño, la misma masa, está a la misma distancia, genera el mismo campo gravitatorio, etcétera.

Y lo único que cambia es el lado por donde la ilumina el Sol, ¿por qué razón el satélite habría de tener un efecto diferente en función de cómo esté iluminada? Una pregunta juiciosa con una única respuesta lógica.

No. No parece que tenga ningún sentido, ni siquiera el común.

Efecto óptico
No debemos perder de vista que las fases de la Luna que vemos desde la Tierra, no son más que un efecto óptico, un juego de luces y sombras. Pero durante sus fases de Luna llena, nueva, cuarto creciente y cuarto menguante, nuestro satélite no cambia en absoluto.

Y si no son más que un juego lumínico en el que participan la posición relativa de la Luna y la Tierra, y el reflejo de la luz del Sol, ¿qué relación racional, razonada y razonable, cabe esperar con algo tan prosaico como el nacimiento de algunos humanos?

Ninguna, ¿verdad? Sin embargo ahí lo tienen. Hay gente que se empeña en creer que es así. Curioso, no les parece.

Además, en el caso de que así fuera, nos queda por determinar la naturaleza física de dicha interacción ejercida por la Luna: ¿Es electromagnética por la luz reflejada? ¿Es gravitatoria por su masa? ¿Es magnética como algunos pretenden? ¿O se trata, sin más, de algún tipo de interacción desconocida por la Física y de la que no tenemos ni idea?

Navaja de Ockham
Una pendiente peligrosa, esta última hipótesis de aumentar sin más el número de interacciones intervinientes en la naturaleza, por lo que lo primero que haremos es refutarla. Y emplearemos, naturalmente, la Navaja de Ockham.

Es un principio de economía que viene a decirnos que: “No deben multiplicarse los entes sin necesidad”. O lo que es lo mismo. No debemos introducir en la explicación de un fenómeno elementos nuevos que no sean relevantes, de acuerdo con lo que conocemos.

De modo que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta. Se trata de un principio metodológico y filosófico, una regla o ley que debemos aplicar a rajatabla.

De la influencia de la luz reflejada por la Luna y de la pretendida magnética, poco o nada que decir. El hecho de ser reflejada no le aporta una nueva y mistérica propiedad que le faculte para influir en el parto. Y de la magnética, no existe ningún dato que nos haga pensar en su intervención. Ergo.

Otro asunto es la interacción gravitatoria y su influencia sobre nuestro planeta. El ya comentado y conocido efecto marea del que, en el instituto, nos enseñaron el por qué y cómo funciona. Lo hicieron con la mecánica gravitatoria del científico inglés Isaac Newton (1642-1727).

Una fuerza atractiva que los crédulos luneros pretenden trasladar al momento del parto. Ya la conocen.

Para ellos la relación de los partos con las fases de la Luna estaría basada en el hecho de que placenta y líquido amniótico podrían actuar como un pequeño mar uterino, por lo que se verían afectados igualmente por una fase lunar.

De forma que en el momento de luna llena y su decrecimiento sería más fácil romper aguas ¿?, produciéndose por tanto más partos. Mientras que durante la luna nueva y creciente se contendría más ¿? y habría menos partos.

Con puede ver algunas suposiciones, ninguna prueba y bastante de credulidad. En eso se queda la leyenda de la Luna y los partos humanos cuando le aplicamos algo de juicio lógico.

Creo que será mejor que entre ya la ciencia en este enrocado asunto, a fin de ir dejándolo zanjado.


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