miércoles, 26 de marzo de 2014

Marie-Anne Pierrette Paulze (y 2)


Madre de la Química Moderna
(Continuación)Tras la condena y ejecución de su esposo, Marie-Anne siguió trabajando en el laboratorio. Recopiló todas sus investigaciones y, en 1803, las editó en dos volúmenes, con el título de ‘Memorias de Química’.

Todo hace indicar que, no sólo muchas de los estudios que en él aparecen fueron una labor conjunta de los dos, sino que algunos eran propios y exclusivos de Marie Anne.

Dos años después -y tras un estupendo romance de cuatro años, en los que llegó a recibir trescientas encendidas cartas de amor- se casó con el médico, físico, inventor y espía estadounidense B. Thompson, ya conde Rumford (1753-1814), rival y vencedor de Lavoisier en la hipótesis sobre el calórico.


Ya saben. Ese fluido hipotético que, supuestamente, impregnaría a toda la materia y sería responsable de su calor. Un componente y una idea que con el paso del tiempo se mostraron erradas.

Es probable que una de sus más importantes traducciones fuera la del Ensayo sobre Flogisto de Richard Kirwan, obra que también criticó con notas al pie de página, en las que puntualizaba los errores químicos del trabajo.

También tradujo obras del destacado científico y teólogo inglés Joseph Priestley (1733-1804), del no menos relevante físico y químico británico Henry Cavendish (1731-1810), y de otros investigadores de la época.

Unas traducciones cuyas lecturas tuvieron un gran ascendente sobre las valoraciones y aportaciones del propio Lavoisier.

Una Hacedora de la Ciencia
La historia, retomo el hilo, nos dice que el matrimonio no marchó bien desde el primer momento. De hecho, tan frecuentes fueron las peleas que, a los cuatro años, se separaron. Estas cosas pasan.

Hasta su muerte, veinticinco años después, la casa de Marie Anne fue un lugar de encuentro para los más prestigiosos científicos de la época. Un referente intelectual de la época.

En el monumento que existía en la plaza de la Concordia de París, había un bajorrelieve en el que se veía a Lavoisier y a madame en su laboratorio, trabajando juntos.

En la misma situación los pintó David, en un cuadro que se conserva en el Instituto Rockefeller de Nueva York. Dos pruebas del respeto que, como científica, gozaba.

Respeto de hombres, en un mundo de hombres. Inhabitual.

Si a Antoine L. Lavoisier le corresponde el título de “Padre de la Química Moderna”, Marie-Anne Paulze, se mire por donde mire, debe ser la “Madre de la Química Moderna”.




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