viernes, 18 de abril de 2014

¿Murió Jesús en la Cruz? Debate científico (I)


(Continuación) Una significativa diferencia temporal les decía, que da pie a una nueva y, por qué no, razonable explicación de los hechos: el Mesías bien pudo no haber fallecido realmente en la cruz.

Y sólo haber sufrido un desvanecimiento, una pérdida de conocimiento que se podría confundir con su muerte real, cuando se trataba tan sólo de una muerte aparente.

Algo nada infrecuente por otro lado entre los crucificados de la época, como nos dejó escrito el historiador racionalista francés Ernest Renan (1823-1892) en La vie de Jésus,1863.

Según él, y por la documentación existente, eran muchos los que resucitaban tras haber sido descendidos sus cuerpos, sin señales aparentes de vida.

Un raro hecho que ocurría antes en las crucifixiones, en el siglo I de nuestra era, y que sigue ocurriendo en fechas más recientes y, afortunadamente, en otras circunstancias no tan cruentas.

Tanto es así que, en el siglo pasado la Gallup hacía público -en una de sus famosas encuestas, fruto de sus acreditados sondeos de opinión- que, sólo en Estados Unidos, se tenía constancia de la existencia de más de ocho millones (8 000 000) de personas resucitadas, tras haber sido declaradas oficialmente muertas.

Vamos, que los estados de muerte aparente son mucho más comunes de lo que pensamos.

Y les estoy hablando del siglo XX, con todos los adelantos científicos y técnicos que los tiempos modernos habían ya traído. No les digo nada hace dos mil (2000) años cuando la ciencia, tal como hoy la entendemos, ni existía.

Y es que una cosa es el fenómeno conocido como resucitación, natural, real y comprobado, y otra bien diferente una resurrección, supuesta, sobrenatural y de la que no tenemos ninguna constancia empírica.

Resucitación vs Resurrección
Del latín resuscitatĭo-ōnis, resucitación, hace referencia en medicina tanto al hecho de volver a la vida, con maniobras y medios adecuados, a seres en estado de muerte aparente. Como al conjunto de técnicas que se utilizan para ello. Un fenómeno por tanto más que probado. Una cuestión de ciencia.

Del latín resurrectĭo-ōnis, resurrección, alude en ciertas culturas a la acción de dar nueva vida a seres muertos. Algo que, ni que decir tiene, nunca ha sido demostrado. Una cuestión de creencia.

En nuestra cultura, y por antonomasia, este término hace referencia a la Resurrección de Jesús. Aunque también a la de la carne, o sea la de todos los muertos, en el día del Juicio Final.

Bueno, se trata de una metonimia lingüística que pudiera ser ¿Por qué no?

En cualquier caso se trata de un símbolo, una alegoría de la necesidad de trascendencia que tenemos los hombres. Humanos, al fin y al cabo. Demasiado humanos, al decir del filósofo.

¿Muerte real o sólo muerte aparente? ¿Resurrección sobrenatural o natural resucitación del Nazareno? This is the question.

Otro frente más, el del racionalista francés, abierto en el eterno y caliente conflicto entre creencia y ciencia. Y en el que, a mediados del siglo pasado, un anestesista británico añadió más leña al fuego.

W. B. Primrose, ése es su nombre, en un artículo titulado ‘A surgeon looks at the Crucifixion, 1949’ (La crucifixión vista por un cirujano) y publicado en Inglaterra, emitía una hipótesis sobre este asunto que iba en esa línea.

A su entender el Mesías “no murió en la cruz y probablemente recuperó la actividad somática, mantenida a muy bajo nivel tras su aparente muerte, al ser depositado en el sepulcro de José de Arimatea”.

Otro trabajo a favor de la resucitación y que no es el único al respecto. (Continuará)






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