domingo, 13 de abril de 2014

Sobre San Roque, Melampo y su inexistente rabo (y 2)

(Continuación) De hecho me hago cargo perfectamente, y de entrada, de su utilidad. Bien dicho, de su doble utilidad.

Si es verdad que los polvos curaban, ahí está la primera: la supuesta mejora en salud, de los enfermos que los tomaban. Una creencia por tanto, razonable.

Pero aunque, si así no fuera. Si los polvos no tuvieran ninguna propiedad curativa. Como los crédulos peregrinos lo compraban dinero en mano, el negocio económico sacro-sanador estaba asegurado.

Del otro asunto, el medicinal, la verdad es que muy útil no creo que fuera para los enfermos. No. Pero fructífero, estoy más que convencido que lo era para los supuestos sanadores.

Vamos, tan fructífero debió resultar el negocio de la hierba, que el pobre perro se quedó sin rabo.

¿De tanto rasparlo? o de cortarlo, como bien reza el trabalenguas: “El perro de San Roque no tiene rabo...”. Y de aquellos polvos medievales estos negros sobre blanco internáuticos.

Entonces, ¿lo de que Ramón Ramírez se lo había cortado?
A esta altura de la entrada trabalenguas-perruna-roqueña, creo que resulta más que notorio que, en este asunto de San Roque y su perro, no tengo ni idea. Ni de por qué no tiene rabo este perro; ni de quién fue Ramón Ramírez; ni del por qué se lo cortó.

Son preguntas en el aire en busca de respuestas, que quien escribe desde esta tribuna bloguera, se va a permitir trasladar a los pacientes lectores que hayan llegado hasta aquí.

Por si ellos tienen a bien mandarme sus propias respuestas. Así que marchando una tautológica de ciencia popular, por lo que les presento mis disculpas.

Aunque a cambio les ofrezco un nuevo apunte, este pictórico, sobre un perro sin rabo

En el cuadro del pintor barroco sevillano Diego Velázquez (1599-1660) titulado Las Meninas o La familia de Felipe IV (1656), y en su parte inferior derecha según se mira, se puede observar un manso mastín español en actitud de reposo.

Un perro al que le falta parte de su cola. Como el de San Roque.

Pero a diferencia de él, del perro del cuadro sí sabemos su raza, es un mastín español, aunque desconocemos su nombre. Mientras que el del santo se llamaba Melampo. O sea que al revés. Vaya entonces lo uno por lo otro.

Bueno, también comparten la circunstancia de no saberse a ciencia cierta, por qué tienen el rabo corto ¿Una cuestión genética? ¿Un Ramírez cualquiera con la herramienta adecuada? ¿La producción de unos polvos milagreros?

 Chi lo sa.

Addenda
Me escribe un amable lector del blog y seguidor del programa “Ciencia y Sevillania”, por si podría poner en negro sobre blanco una interesante cuestión futbolera:  ¿Por qué se llama cancerberos a los porteros de futbol?




1 comentario :

Anónimo dijo...

espero con ganas lo de cancerbero