jueves, 5 de marzo de 2015

Doodle de Gerardo Mercator


Y del doodle de un físico italiano, el electricista Alessandro Volta (1745-1827), al de un matemático y cartógrafo flamenco, Gerardo Mercator (1512-1594), en lo que sería una especie de viaje en el tiempo hacia el pasado, por supuesto.

La razón de la aparición doodlera, como suele ocurrir en estos casos, es conmemorativa. El homenajeado hoy por el conocido buscador, nació el 5 de marzo de hace ya quinientos tres (503) años. Y motivos para hacerlo no faltan.

Gerardo pasa por ser el hombre que dibujó el mundo, la esfera terráquea, de la forma más popular conocida hasta hoy. Para que se sitúen suyos son los mapamundis con los que aprendimos geografía mundial en el colegio.

Y para llevarlos a cabo utilizó un método propio y conocido desde entonces, claro, como Proyección de Mercator. Gracias a sus dibujos podemos localizar ríos, cordilleras, países, continentes, océanos, etcétera.

En fin, el mundo mundial en nuestras manos, y gracias a una técnica gráfica que nos representa a un objeto que tiene volumen, o sea es tridimensional, en una superficie, es decir con tan solo dos dimensiones. Lo que tiene su aquél, como ya veremos.

Todo un cuerpo de conocimientos del que, sin entrar en el fondo de sus fundamentos teóricos y prácticos, sólo diremos que, en la forma, consigue unos buenos dibujos de lo proyectado, aunque con restricciones.

Por ejemplo si lo que proyectamos es la esfera terráquea, el caso que nos trae, en el mapa que se obtiene aparecen respetadas las formas de los continentes pero, por desgracia, no sus tamaños ni sus localizaciones.

Y esta no correspondencia, en extensión y lugar, es la responsable de que, desde hace tiempo, esté en entredicho este, quizás más grande, “Hacedor de mapas”. Me refiero a Gerardo, el hombre, no al método de proyección, Mercator.

Auge cartográfico
Aunque mapas ha habido siempre -desde que el hombre es hombre y ha tenido capacidad para realizarlos-, la historia de representar, de forma fiable y segura, la superficie del planeta no se hizo adulta hasta la época de los descubrimientos.

Me refiero por supuesto a los de Colón, Magallanes, Elcano, etcétera y, natural, al enorme caudal de información que, descubridores y aventureros aportaron de las nuevas tierras a lo largo del tiempo.

Sí. Buena parte del siglo XVI fue una buena época, profesionalmente hablando, para los cartógrafos. La verdad sea dicha, trabajo no faltaba. Y es que no dejaban de descubrirse y explorar nuevos territorios, para los que urgía hacer una buena representación plana.

Y en esta actividad destacó nuestro hombre.

Fue él quien consiguió la más perfecta representación plana de la Tierra, basándose en la proyección sobre un cilindro tangente al ecuador esférico. Así dibujó toda la faz terráquea en una serie de mapas que encuadernó, llamando al libro Atlas.

Sin duda una idea brillante y un legado extraordinario.

Idea brillante y legado extraordinario
Brillante porque gracias a las líneas de navegación que dibujó sobre la superficie plana de su mapamundi, los navegantes podían encontrar con más facilidad la ruta deseada sobre la superficie curva de la Tierra.

Para ellos, para la navegación marítima, representó esas líneas con segmentos rectos.

Así lo hizo en la proyección que presentó en 1569. Lo mejor de todo es que él, como Isaac Newton hizo con la forma real del planeta (geoide), no tuvo que salir de su despacho para dar un paso de gigante; en su caso fue en la historia de la navegación marítima.

Y extraordinario porque ha pervivido hasta nuestros días, aunque está en entredicho. La razón ya se la puede imaginar, pues la adelantamos. Se trata de una cuestión de medida que conlleva un par de errores cuando menos, y ambos cuantitativos.

Unos son errores de extensión y otros son errores de posición pero, en cualquier caso.

Uno. Está más que justificado que el buscador más usado de la red conmemore, con un doodle inanimado, a quien está considerado como el más grande “Hacedor de mapas”, Gerardo Mercator.

Dos. Que quien escribe lo haya enrocado y usted pueda leerlo. Por cierto, habrá que darle continuación al asunto de los errores “mercatorianeses”. Promete.


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