lunes, 15 de junio de 2015

¿Qué es la enfermedad del bronce? (1)

Es más que probable, estimado lector, que nunca haya oído hablar de ella. De hecho no aparece en ningún vademécum médico, aunque algunos profesionales dicen conocerla y ser capaces de detectarla. Puede ser.

Pero no van por ahí mis intereses blogueros de hoy.

Esta enfermedad del bronce que nos ocupa es más bien una alteración química, una reacción que experimenta el bronce, bueno en puridad el cobre que lo compone mayoritariamente. Pero creo que lo mejor es que empecemos por el principio.

¿Qué es el bronce?
Del material ya les escrito en otras ocasiones y desde diferentes perspectivas.

Hoy, desde el punto de vista químico, les recordaré que se trata de una mezcla homogénea de metales, o sea una aleación, en este caso de dos mayoritariamente, cobre (Cu) y estaño (Sn), y en la que el primero es el más abundante, ya que se encuentra entre el ochenta y el noventa y siete por ciento (80-97%).

Una aleación en la que, de los dos metales, el estaño es relativamente inerte y estable cuando está aleado con el cobre, por lo que apenas sufre transformación con el tiempo.

Pero éste sí tiene cierta tendencia, como la mayoría de ellos (plata, hierro, etcétera) a reaccionar con sustancias del ambiente, en un proceso espontáneo y lento de oxidación, transformándose en diferentes sales.

A este conjunto de sales de cobre, que se forman en su superficie por reacción con sustancias del ambiente se le conoce como pátina, una capa que termina recubriendo al metal en cuestión o a la aleación.

Una cubierta que es distinta según la composición de esas sales, y que puede resultar beneficiosa, por protectora y estable o perjudicial por destructiva e inestable; en este caso estamos hablando de la “enfermedad del bronce”.

Pátinas beneficiosas del bronce
Como todos sabemos, el contacto de un metal con el aire, la tierra, el agua, las sales, etcétera le producen un desgaste o corrosión, causa de la pátina, que, en el caso del cobre o bronce resulta ser beneficioso para ellos.

Lo es porque termina convirtiéndose en una especie de barniz que les protege de nuevos ataques de esas mismas sustancias del ambiente.

Así que, una pátina de estas sales no debe quitarse de monedas, esculturas o superficies en general expuestas al aire libre. Si la quitáramos, abrillantando la superficie por ejemplo, al quedar de nuevo expuestas se volverán a oxidar, por lo que habrá que repetir la operación.

Lo que sin duda se puede hacer. Pero ojo.

Al frotar, en cada una de estas limpiezas perderemos una ligera cantidad del metal. Lo que no es bueno. Nos cuesta tiempo y dinero. Es decir tiene un precio el abrillantado.

Y esto lo sabemos porque en casa, cada equis tiempo, hay que llevar a platear diferentes objetos como bandejas, cubertería, candelabros, fuentes, etcétera que, con las sucesivas limpiezas, han perdido el baño, por ejemplo de plata (Ag), que los embellece. (Continuará)



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