jueves, 18 de febrero de 2016

LIGO y ondas gravitacionales

Con cierto retraso voy a tratar de contestar de forma pública, y aprovecho como ve esta tribuna enrocada, algunas de las preguntas que a título particular me han llegado través del e-mail (carlosroque@ono.com).

Más o menos empezaron a llegarme a mediados de la semana pasada y es hoy cuando me pongo con ellas. En fin.

LIGO
De entrada les diré que se trata del acrónimo por el que se conoce un proyecto de investigación espacial y dos (2) observatorios experimentales de detección de ondas gravitacionales, que existen en los Estados Unidos.

Uno el LIGO Livingston en Luisiana y otro el LIGO Hanford cerca de Richland, Washington, por lo que se encuentran separados espacialmente tres mil dos kilómetros (3002 km); o lo que es lo mismo diez milisegundos-luz (10 msl), si lo referimos de manera más espacio-temporal. Ya me entienden.

Unas siglas, las de LIGO, que provienen de Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory (Observatorio de ondas gravitacionales por interferometría laser). Y con un objetivo principal que ya se imagina.

Confirmar la existencia de ondas gravitacionales, predichas por la Teoría de la Relatividad General (TRG) del físico germano-estadounidense Albert Einstein (1897-1955). Eso, y de paso ya de la que va, determinar cuantitativamente todas las propiedades físicas posibles.

Sabido es que hay que medir todo lo medible y hacer medible lo que no lo es (Galileo, dixit).

En funcionamiento desde principios de siglo, vuelvo con el observatorio, no fue hasta mediados de septiembre pasado, en puridad el 14 de septiembre de 2015, cuando se produjo la primera observación directa de una onda gravitacional.

Un descubrimiento que no se ha hecho público hasta el pasado jueves 11 febrero de 2016. Conviene siempre ser prudente y sobre todo, en determinadas manifestaciones públicas.

Oportunismo temporal
Sin embargo la precaución temporal ha venido bien, pues ambas fechas han resultado ser de lo más oportunas. No se lo van a creer, pero coinciden mismamente con el centenario de la einsteniana TRG.

Sí, la que predice su existencia, entre otros pronósticos. Ya, ya, sé lo que está pensando. Pero no hay porqué desconfiar, estas cosas pasan. De modo que continúo.

En más de una ocasión me han leído que, junto a una suficiente capacidad explicativa para diferentes fenómenos naturales y una sólida confirmación a través de numerosos hechos experimentales, una teoría que se precie de ser buena ha de tener también capacidad predictiva.

O lo que es lo mismo, ser capaz de anticipar sobre el papel posibles nuevos fenómenos. Si esto es así, estamos ante una buena teoría.

Y si nos atenemos a las pruebas, la TRG es buena, muy buena. Naturalmente el último botón de muestra de esta bondad, lo ha puesto el descubrimiento de la semana pasada.

Sin duda estamos antes un sucedido extraordinario. Extraordinario en todos los sentidos. Vean algunos datos.






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