jueves, 26 de mayo de 2016

‘Animálculos’ de van Leeuwenhoek

Tal día como hoy de hace trescientos cuarenta (340) años, pasa por ser la fecha en la que el comerciante de telas y científico neerlandés Anton van Leeuwenhoek (1632-1723) examinó, con uno de sus pequeños y simples microscopios a los que era tan aficionado, unas gotas de agua recién recogidas del tejado en una tormenta.

Según sus propias palabras vio que dicho líquido “contenía animálculos muy pequeños”. En su opinión podían ser hasta mil veces más pequeños que el menor ser vivo conocido.

No se puede decir que estuviera muy fino en el cálculo.

Y en lo que respecta a la observación, conviene aclarar que no es que fuera la primera vez que los había observado. Ya había enfocado su lupa, por ejemplo, al agua de charcas o de lagos, pero nunca lo había hecho en agua de lluvia recién recogida.

Fue el 26 de mayo de 1676. Otro día de los que cuentan.

Y de la importancia de lo visto ese día, a través de los pequeños microscopios que se fabricaba con lentes que el mismo pulía, ya se habrá percatado. La teoría de la generación espontánea empezaba a tener los días contados.

Van Leeuwenhoek está considerado como el primer hombre en realizar observaciones transcendentales con microscopios fabricados por él mismo.

Durante más de cincuenta años observó, examinó y estudió a muchos seres microscópicos, la mayoría de los cuales hoy clasificaríamos en el reino de las protistas.

Es decir, organismos de una sola célula no especializada pero con núcleo diferenciado, y que no son ni animales, ni plantas, ni tampoco hongos. No entraré ahí.

Un año después de examinar el agua de lluvia, en 1677, y en una de las muchas, muchas, cartas que dirige a la Royal Society, nuestro hombre dibuja y describe los espermatozoides de insectos, perros conejos y ¡seres humanos!

Para su sorpresa, también hay numerosos animálculos en el esperma. Se empezaba a vislumbrar que esto de la vida microscópica iba a resultar un mundo por descubrir.

Y gracias a ese nuevo mundo disciplinas como la microscopía, la biología celular y la microbiología empezaban su andadura científica.

Van Leeuwenhoek fue la primera persona en ver un espermatozoide humano y en comprender su papel en la reproducción. Bueno, al menos en parte.

Creyó que la cabeza de cada espermatozoide contenía a un ser humano en miniatura, que podía crecer hasta la madurez después de la fecundación. En fin, hace de esto casi trescientos cuarenta (340) años.

La idea le había venido del seguimiento que le había realizado al ciclo vital de la pulga, y que demostraba que estos pequeños insectos neópteros sin alas procedían de otros pequeños insectos neópteros sin alas, de otras pulgas.

Aunque tuvo que pasar cierto tiempo, a finales del siglo XVIII, la idea de la generación espontánea de organismos completos quedó completamente desacreditada.

Y todo empezó gracias a un comerciante de telas.

A un hombre meticuloso que en 1653, durante un viaje de negocios, vio lo que sería su primer y simple microscopio.

Una lupa montada en un pequeño soporte, que era utilizada por los comerciantes textiles para la inspección de las telas, ya que tenía una capacidad de ampliación de tres (3) aumentos.

Ni que decirles que en cuanto pudo, él adquirió uno para su propio uso y lo perfeccionó. El resto es historia, que merece ser contada en otro momento.



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