martes, 28 de junio de 2016

‘Frankenstein o el moderno Prometeo’ (y 2)

(Continuación) Mientras que en el contexto de la ciencia moderna, el término elemento unido al adjetivo químico conforman una expresión con la que se hace referencia, a cada una de las ciento dieciocho (118) clases de átomos que en la actualidad se conocen.

Elementos que tenemos recogidos y organizados en la archiconocida tabla periódica de elementos químicos y que tan familiar nos resulta desde nuestros tiempos escolares. Cierro paréntesis.

...o el moderno Prometeo
Es evidente que estamos ante un temido y viejo conocido del hombre desde que lo somos como especie. El temor a las consecuencias inesperadas, fruto de los avances de la nueva ciencia y tecnología.

Un miedo que ya estaba en el centro de las preocupaciones literarias y filosóficas de la época, aunque sigue tan de actualidad como entonces. Se ve que para ciertos sentimientos humanos, doscientos (200) años no son nada.

Y tiene que ser así porque ahí siguen latentes los recelos hacia: el progreso científico descontrolado, la relación entre tecnología y biología, la soledad, los misterios de la psicología humana y otros tantos.

Ahí radica la trascendencia de la novela de la Shelley. Un mito que ya hemos visto, nace en un contexto físico y temporal determinado.

Por traerles unos ejemplos, les diré que los exégetas de la obra recalcan la influencia que, sobre la joven autora, tuvieron los lugares que el archiconocido grupo de veraneantes visitó durante ese verano a orillas del lago Leman.

Resulta que se repiten en distintas escenas de la novela. Y así hablan de cuando el monstruo se enfrenta a su creador en el glaciar Mar de Hielo, en Chamonix. O cuando la desgraciada criatura visita la Plaine de Plainpalais. O cuando el desgraciado sube el monte Salève.

A todos esos lugares, Mary había ido de excursión.

Incluso, esto va ya en otra dirección, algunos estudiosos apuntan de la influencia que sobre la autora tuvo el gran filósofo ginebrino. Me refiero claro al intelectual franco-suizo Jean-Jacques Rousseau (1712-1778).

No hay más que recordar cómo en la novela el monstruo explica que él nació bueno, y que fue el rechazo de la sociedad el que le convirtió en malo. Estarán conmigo que es Rousseau en estado puro.

¿De dónde proviene el nombre de Frankenstein?
Ya lo hemos comentado.

Frankenstein es el apellido del doctor que crea a la criatura, porque ésta carece de nombre. Originalmente, en la novela, el monstruo no tiene nombre, un símbolo quizás de su orfandad y carencia de identidad humana. Sobre este punto hay consenso.

Donde no parece haberlo tanto, es sobre la cuestión del origen del tal apellido del doctor, creador de la deforme criatura sin nombre.

Para unos, Mary lo copió del libro Le Miroir des événemens actuels (1790) de François-Félix Nogaret, en el que uno de sus protagonistas es un inventor de nombre Frankestein, pero ojo sin 'n' entre la ‘e’ y la ‘s’.

Para otros, sin embargo, el apellido deriva del nombre de una zona de Alemania, que habrían cruzado en su viaje hacia Ginebra.

En fin. No es que tenga mucha importancia y trascendencia el asunto, pero lo cierto es que sigue siendo una asignatura pendiente, dos siglos después.

Y yendo a otras cuestiones más interesantes, ¿saben quién de los cuatro amigos ganó el reto propuesto por Lord Byron, para matar el aburrimiento de esa velada veraniega?

¿Quién creen que fue capaz de escribir el relato más macabro? (Continuará)



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