jueves, 9 de noviembre de 2017

Florence Nightingale (3). Guerra de Crimea

(Continuación) A propósito de esta contienda bélica han de saber que la flota aliada que apoyaba a las tropas de Crimea, por razones tácticas se vio forzada a fondear cerca de Balaklava, donde fue destruida por un huracán el 13 de noviembre de 1853.
Y con ella un cargamento de siete mil toneladas (7000 t) de suministros médicos, ropa y material diverso, se hundió para siempre en el fondo del mar. Una auténtica desgracia.
Medicina militar británica
Porque esa pérdida dejó a las tropas británicas indefensas frente a un terrible invierno donde se señorearon enfermedades y necesidades como la neumonía, la hambruna, el tifus, la disentería y el cólera. En esas calamitosas condiciones, el 21 de octubre de 1854, partían hacia el Hospital de Scutari, en Constantinopla, nuestra Florence Nightingale y sus treinta y ocho (38) enfermeras voluntarias.
Y aunque ya iban avisadas por rumores que no cesaban de llegar, de las extremas y deficientes condiciones de los servicios médicos militares del ejército, hasta que no estuvieron allí, no supieron cómo de extremas y deficientes eran en realidad. Y es que lo que encontraron allí era poco menos que inenarrable.
No ya porque los médicos tuvieran que recomendar a los soldados que fumaran o, en su defecto, dejarse bigote para filtrar los gérmenes, como medidas óptimas para evitar las enfermedades.
Sino porque había miles de soldados sin lavar, con los uniformes sucios puestos, en catres demasiado juntos, sin sábanas, ni comida sana, ni agua potable. Una total ausencia de higiene y salubridad, se mirara por donde se mirara.
Un cuadro deplorable que termina por convertirse en trágico, si tenemos en cuenta que en el área habilitada para recuperación más de mil (1000) soldados con diarrea tenían que compartir tan solo veinte (20) orinales. O que las operaciones quirúrgicas se realizaban la mayoría de las veces sobre suelos cubiertos de sangre. O que las heridas podían quedarse sin tratar durante más de un mes.
Dadas las ínfimas y degradadas condiciones, no era sorprendente que en los hospitales militares los índices de mortalidad rondaran el cincuenta por ciento (50%) en la mayoría de ellos. Y que las enfermedades antes señaladas fueran las causas principales de muerte. De hecho las heridas de guerra suponían sólo el sexto (6º) motivo de defunción.
Vamos que un soldado herido tenía siete (7) veces más probabilidades de morir en el hospital, que en el campo de batalla. Ver para creer y contarlo.
Al final de la guerra se contabilizaron más de dieciocho mil (18 058) bajas por parte británica, y de ellas nueve de cada diez se habían debido a enfermedades. Una auténtica barbaridad en pleno siglo XIX, que cuando fue publicada por los periódicos levantó una ola de indignación en la sociedad británica.
Y en este aspecto, qué duda cabe, influyeron de forma decisiva las mil (1000) páginas del informe elaborado por Nightingale, llenas de horribles detalles médicos, científicos y técnicos. Sí, la guerra de Crimea y la profesionalidad de “la dama de la lámpara” supusieron un punto de inflexión en la medicina militar. Pero no adelantemos acontecimientos. (Continuará)

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